domingo, 29 de noviembre de 2009

e un mondo difficile

me cago en el amor, por msn.

lunes, 2 de noviembre de 2009

A Ana

Yo también las puedo hacer reír, putas de mierda, jjajajajaj...

Esto es un hecho verídico. Este verano nos fuimos Vero, Naty, Ine, Andy y yo al Ecuador. No había mucho plan, nadar y generar anécdotas suficientes como para reír un par de meses. El Ecuador nos sigue dando de comer... hora de compartir: algo así como la teoría del derrame del neoliberalismo ese.

Llegamos a Ezeiza, la última vez que había ido a Ezeiza había tenido que despedir a mi novio de casi 4 años de convivencia, con la promesa de que ese ataque de pánico y temor al compromiso se me iba a pasar en dos semanas (había fecha fijada y todo...). En fin, llegamos, hacemos las cosas que se hacen normalmente y mientras esperabamos abordar (ya solas, sin padres mirando con temor...) Vero dijo que tenía que cagar.

Esto sería fácilmente olvidable para cualquier otra persona, pero no para mí. Yo tengo un problema con lo que se conoce como tránsito lento. Esta situación se multiplica infinitamente estando de viaje, como que no me acostumbro. Me da cosa que no sea mi inodoro. Bueno, para mí ni siquiera subir al avión y ya cagar era una afrenta personal. Me desespera que todas mis amigas caguen cada dos por tres, con la naturalidad de la puerta abierta, del vení a ver esto es increíble, pero posta, no habíamos ni subido al avión. La puta madre, yo no iba a cagar en una semana y Vero ahí cagando en mi cara, con la naturalidad de aquel que nada retiene.

Llegamos a Quito, hacemos el recorrido por la cinta, juntamos todas mochilas, menos una pequeña valija negra con rueditas. Subimos a dos taxis, llegamos a El Cafecito, dejamos las cosas. Andy e Ine ya tienen que cagar. Yo creo que lo más rápido que cague en un viaje fue en Roma y tarde tres larguísimos días. Quedabamos la dueña de la valija negra y yo.

No. Ella también quería pasar por el baño, por un cago antes de salir a recorrer. La puta que las parió a todas.

El primer día llovia, recorrimos un poco, estaba gris y no recuerdo mucho más. La quedé en el hostal. Patética primera noche. Mi marida fiel, Patru me dejó cucharearla. Aparentemente nos perdimos de la mejor noche de toda la vacación. Algo así como la uña de la bestia era la bebida elegida para volarse la peluca.

A las 8 am estaba fresca como una lechugita, salí a dar una vuelta, volví y desayune sola en el bar del hostal. Las tostadas tardaron por lo menos 45 minutos, tuve que leer el diario (cosa que aborrezco). Bajaron las chicas, el tiempo había mejorado, salimos a recorrer Quito. Esa tarde nos encontramos con los amigos del amigo de Andy, todos ecuatorianos verdaderos, copados, hospitalarios como pocos. El plan de la tarde-noche eran unas piletas termales en la montaña. Creo que hasta hace dos segundos había reprimido el recuerdo del viaje hasta ellas. Jamás temí tanto por mi vida, ni estuve tan segura de morir en una ruta como en ese momento, situación que se repitió sólo unas horas más tarde camino a Canoa (de donde venía la uña).

Recuerdo mirar para arriba y no poder creer lo que miraba y estar con Andy semi acostada en una de las piletas o reptando todos alrededor de una fuente en una terma poco profunda. Volvimos, comimos pizza hut como cerdos, no recuerdo si con Ine o con Vero competí por la cantidad y rapidez con la que devoramos. En fin, si no me equivoco creo haber ganado esa batalla. Ese día habíamos comido en el centro de Quito bastante y en la pizzera creo que al menos me comí 4 porciones, de las de pizza hut, osea, grandes 4 porciones. Mi panza estaba saturada.

Aún quedaba volver a Quito, buscar los bolsos, ir a la terminal, tomar el micro de la muerte en el que Andy tuvo su primera pelea del viaje y conoció a su gran amigo que nos acompaño el resto del recorrido por Ecuador. Después de un cambio de micros en el medio de la noche, un perro muerto, y gritos yo no quería estar más en el Ecuador. Odiaba el mundo. Aún faltaba ir a un muelle, de ahí un bote y de ahí a un taxi para caminar dos cuadras sobre barro y salir a un pueblo de dos cuadras named Canoa.

Yo todavía no había cagado.

Demás esta decir, que ellas, increíble y constantemente seguían cagando.

Elegimos un lugar de vivienda, con vista al mar, de paja, con camas gigantes y super cómodas. La felicidad me desbordaba, la mierda también. Vero, Ine y Naty se fueron a dormir. Con Andy salimos a recorrer, fumamos uno, conocimos a la mocha que nos acompaño fielmente el resto de la estadía en Canoa. En un momento parecía como que iba a cagar, pero no.

Ah, olvide comentar algo crucial: después de dejar los bolsos, pedimos un desayuno que venía con un jugo de una fruta muy tropical, temperatura ambiente. A ninguna le gusto, sólo a mí, que me tome los vasos de todas.

Cuando volvimos del paseo con Andy, sentía retorcijones, pero nada concreto. Lo intente, me senté y todo. Pero nada ahí. Dormimos una pequeña siesta después almorzamos (increíblemente yo podía seguir ingiriendo), conocimos a marihuan, la perra del copado que vino a darnos la bienvenida. Con una rapidez insuperable los hombres del pueblo habían venido a averiguar quiénes eramos, de dónde veníamos, dónde nos quedabamos, cuánto tiempo y demases. Después del almuerzo fuimos a la playa, había mejorado el día y ameritaba la bikini. Mi panza estaba un poco congestionada. Al rato estabamos rodeadas nuevamente.

Estabamos acostadas, cuando el sol empezo a caer y decidimos que era hora del retorno. Al instante de pararme supe que había andaba mal. Mi panza estaba rugiendo, los retorcijones eran intolerables, supe que no lo iba a lograr. Casi 50 metros me separaban del hostal cuando la primer descarga se produjo casi sin poder si quiera enfrentarla. Mi bikini nueva, esa que por ser tanga dejaba ver dos cachetes sumamente pálidos, había recibido el primer impacto.

Recuerdo la cara de Inés particularmente , había llevado, como siempre, su mano a la boca, para taparse esa risa incotenible. Corrí lo más rápido que pude al baño, el estallido se multiplicó, todas ellas tiradas en el piso riendo, y yo mirando mi bikini nueva queriendo llorar. Nada se compara con una buena evacuación, la sensación, aunque dolorosa es sublime.


Salud