domingo, 30 de agosto de 2009

La Familia Ingalls

Todas las familias tienen un muertito (esos que se esconden en el placard). En el de la mía ya no hay más lugar. Mi tía es okupa (de la casa de mi abuela), mi tío secuestro a mi abuela (se la llevó a almorzar un domingo a su casa y nunca la devolvió) y la hizo firmar un poder para poder cobrar una deuda que el Estado comenzaría a pagar. Cobrada la deuda, mi tío pidió colaboración para internar a mi abuela en un geriátrico. Cada vez que alguno de sus hermanos llama mi papá mira con terror. Suplica clemencia en silencio y uno accede tácitamente; está en el baño.

Terraza I

Definitivamente adhiero. Hay un conejo en la luna, tiene orejas enormes y un pompón.

lunes, 10 de agosto de 2009

Muerte silenciosa

La primera vez que pensé "para adentro" (dícese de ocasiones en las que escuchamos nuestra voz sin emitir sonido alguno) tenía 5 o 6 años.

Estaba subiendo las escaleras de "mi casa la que se incendió" (futuro post), indignada y odiante. Mi mamá había olvidado que a mí me gustaban los fideos con manteca y no con tuco. Después de llorar caprichosamente y leer entre líneas ese olvido como un acto de desamor, me fui. Casi llegando al descanso de la escalera pensé barbaridades, ahí fue cuando me di cuenta. Tenía superpoderes. Instantáneamente dejé de llorar. ¿Alguien más escuchaba mis pensamientos? Miré para atrás. Temí que mis pensamientos realmente se llevasen a cabo.

Me mata no acordarme si me fui a mi cuarto o si volví a la mesa para corroborar que mi madre no estuviese muerta.