lo hice salir de mi casa con la excusa de que me había quedado sin cigarrillos, tan sólo un vaso de birra después de su arribo a mi hogar. era insoportablemente tonto. lo terrible es que creo que se piensa inteligente. insoportable al punto que cuando llegamos a los escalones de entrada de mi edificio dije:
- me vas a odiar, pero me quiero ir a dormir.
atónito palpo sus bolsillos. confirmó lo que yo ya sabía: había dejado su billetera.
subimos a buscarla. esa pequeñez de ascensor fue la incomodidad hecha acero. bajamos y le abrí.
yo sabía que era tonto. pero no tanto.
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