jueves, 18 de noviembre de 2010

baño turco

nos habían recomendado enormemente el baño turco. no podíamos irnos de istanbul sin el baño turco. te bañaban y te hacían masajes en un antro típicamente turco y yo había empezado a gustar de lo turco. no quería dejar de probar.

el canadiense había comentado que había sido incomodado por la presencia de un hombre que lo observaba y lo seguía del mármol a la pileta al sauna y así. pero la teoría era que sólo le pasaba a los hombres, que capaz el baño turco era un espacio que acogía al homosexual y no lo rechazaba como todos los otros espacios musulmánicos.

fuimos los tres. mi hermana, el australiano y yo. al finalizar la sesión el australiano relatará una historia muy similar a la del canadiense. mi hermana y yo fuimos convocadas por un mujer de unos 55 o 60 años muy mal llevados. ella será mi esclava personal. a mi hermana le toca otra. hay que sacarse la ropa y seguirlas. con mímicas nos presentamos, ella es zaraj, yo victoria. ella luce un corpiño que nada bueno hace por ella, una bombacha vieja y raída, una panza digna de homero simpson. ella me muestra un balde, me sienta al lado de una fuente, llena el balde de agua caliente y me la tira. yo ya la amo, pero cierro los ojos.

me dice: duch, sauna, duch, sauna. abro los ojos, me señala que debo ducharme sola, ella no lo hará por mi y vaya al sauna. cuando termino tengo que ir al mármol. obedezco, mi esclava es prepotente y dulce a la vez, no puedo no obedecerla. me viene a buscar al sauna, me hace señas: el mármol me espera. la sigo. le gusta decir mi nombre. toda orden que me da la remata con mi nombre y me sonríe cuando lo hace. me acuesto en el mármol, ella me raspa, me limpia, me duele, me gusta, me exfolia, me da vuelta, me sienta. yo soy suya. soy tan suya y ella lo sabe. duch, me dice.

me limpio con el agua de la fuente que hierve. miro las cúpulas en el techo y realmente no puedo creer dónde estoy. le sonrío, me señala el mármol. vuelvo, sumisa. ella tiene un balde del que sale espuma, me recuesta boca abajo y comienza a limpiarme mientras me hace masajes. yo pensé que era suya antes, no. equivocada, ahora era de ella. ella podía hacer conmigo lo que quisiera y yo iba a seguir siendo suya. tenía los ojos cerrados, me dice que me de vuelta, me sigue masajeando. me dice que me siente. abro los ojos. sus enormes tetas llenas de espuma me dan una arcada. cierro los ojos, quiero seguir siendo suya.

irónicamente el baño turco es una gran metafora de mi vida amorosa. el placer a veces logra que yo cierre los ojos ante el asco que me da el otro. y así, enceguecida, puedo tolerarlo. pero a veces está bueno abrir los ojos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario