llegar a retiro a las 5.45 de un sábado.
con el sueño de toda una semana encima, salir de esa cama apenas leo el: estamos a dos cuadras! sali! y yo sigo en piyama y no me lave los dientes.
correr desesperadamente. y esperar a esta marida que llega tarde a todos lados. retirar el pasaje y correr porque hace dos minutos salía nuestro micro. llegar al andén (¿se dice andén?) y pensar que vero esta reteniendo al micro de que zarpe cual barco a san luis y equivocarme.
vero tiene un pasaje para un micro que salía el viernes a las 6.05 y darme cuenta que no viajo un carajo. que no viajamos un carajo. y que el muñeco de bola de nieve con el que íbamos a sacarnos fotos ya no será. y que no voy a tejer un carajo. y que no voy a comer como un cerdo durante 3 días. pero sobretodo que la leñadora combinada con mis botas que llevaba para lucir en bonanza, no será jamás. jamás podrá bonanza recordarnos tal cual éramos las cuatro.
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